Yoga con cerveza y tipos de hatha yoga

Seguro que visteis la noticia. Sus fundadoras abogan por unir sus dos pasiones, el yoga y la cerveza, así de simple. Podéis hartaros de ver imágenes y artículos simplemente escribiendo “yoga con cerveza” en vuestro buscador.

También hemos visto yoga con cabras, con caballos, con auriculares y música binaural durante toda la sesión…en fin.

No escribo esta entrada para emitir ningún juicio, porque de hecho está muy bien saber a qué estilo de práctica accedes al entrar en una clase.

Hemos asumido con mucho respeto la nomenclatura de varios estilos que hoy conocemos, porque insistentemente nos han hablado de la “tradición milenaria del yoga”.

El yoga, o los yogas, deberíamos decir, tienen una tradición milenaria, cierto, pero no el hatha yoga o yoga físico.

La tradición afirma que el impulsor del hatha yoga fue Goraksha Nath, que escribió el Goraksha Samhita (siglo 10-11 dC), basándose en los ágamas o textos shivaístas (śaiva-tantra) y en los tantras del budismo vashraiana y, afirmando que el Señor Shiva creó un ásana por cada especie en el planeta, haciendo un cálculo de 8.400.000 especies y otorgando un ásana por cada 100.000, dando así 84 en total, aunque, sorpresa, menciona y describe solo dos en detalle: siddhasana y padmasana (postura sentados en meditación de la perfección y del loto, respectivamente).

Pero en realidad, podemos encontrar las prácticas físicas más antiguas en el Hatha yoga pradipika escrito por Swami Swatmaratma, alrededor del siglo XV, con el asentamiento de la tradición tántrica. Sw. Swatmaratma popularizó el hatha yoga entre los seguidores del raja yoga (o yoga mental o “real”), estableciendo en el Sutra o aforismo del Hatha yoga pradipika II.76:

El hatha no se puede perfeccionar sin raja, ni el raja sin el hatha”.

Debemos mencionar que, mucho antes, Patánjali (se cree que alrededor del siglo II de nuestra era) también

describió ásana o postura como un tercer paso en el camino hacia el Samadhi o “liberación”, pero sólo describió la cualidad de la postura con su famoso Sutra II.46 donde indicaba: STHIRA – estabilidad, presencia, firmeza y SUKHAM – bienestar, confort, comodidad, alegría, dulzura.

Firmeza y comodidad al mismo tiempo, nada más…y nada menos.

En realidad, tenemos que llegar a los inicios del siglo XX para encontrar la verdadera irrupción de la práctica de hatha yoga tal como lo practicamos en la actualiad.

Uno de sus principales precursores fue Tirumalai Krishnamacharya, nacido en India en 1888, bajo la presión del dominio colonial británico, cuando el hatha yoga se encontraba totalmente denostado y prácticamente en la cuneta, incluso para el pueblo hindú. Krishnamacharya formó p

arte de un movimiento revitalista hindú que impulsaba nueva vida al patrimonio cultural de la India.

De esa forma creó su propio método de enseñanza del hatha yoga y en su escuela de Mysore recibió centenares de discípulos, entre los cuales, los más conocidos son Pattabhi Jois, B.K.S. Iyengar, Indra Devi y su propio hijo, TKV Desikachar. Como ya sabéis, cada uno desarrolló su propio estilo dando lugar a prácticas tan conocidas como el Asthanga Yoga o Iyengar Yoga.

Bien, entonces, nos ponemos ya en los años 20 y 30 del pasado siglo XX.

En este punto alguien puede estar algo sorprendido o desilusionado. Sí, en efecto, el saludo al sol o suryanamaskara tal y como conocemos la secuencia hoy en día, data de esta época. Ahora que lo pienso, del siglo en que yo nací… ¡ay!

A partir de ahí, otros maestros y profesores desarrollan sus propias metodologías, apareciendo estilos contemporáneos que hoy conocemos como: sivananda yoga, introducido por su discípulo Sw. Vishnudevananda en occidente en los años 60; el kundalini yoga, creado en 1969 por Yogi Bhajan; ananda yoga, alrededor de 1968 y basado en las enseñanzas de Paramahansa Yogananda; bikram yoga estableciendo la práctica de yoga en salas a 40ºC y creado por Bikram Choudhury en los años 80 y 90; anusara yoga fundado por John Friend en 1997 y así, un largo etcétera.

El vinyasa flow yoga tiene un origen menos definido y surge de la propia evolución de la práctica en muchos maestros modernos. Pretende reflejar la interacción del ser humano en el fluir de la vida. Vinyasa deriva de nyasa, que significa “colocar”, y vi, que significa “de una manera especial”, unidos a la palabra flow, del inglés fluir. Así que, “Vinyasa es la práctica en la que conscientemente colocamos el cuerpo-respiración-mente en medio del flujo contante del espacio y tiempo”, como define Mark Stephens, haciendo que los ásana o posturas se liguen o hilen de manera fluida a través de la respiración.

El power yoga entró en escena en 1995 de la mano de Beryl Bender Byrch y Baron Baptiste, creando en origen un estilo de yoga que se desligaba de cualquier tradición espiritual o filosofía tradicional, adoptando las posturas de yoga para establecer más bien una gimnasia vigorosa.

Con el tiempo, muchos profesores de yoga hemos ido adaptando la práctica, intentando crear un paso intermedio entre una práctica de yoga físico exigente sin perder la esencia de las enseñanzas y atendiendo al consejo de Sw. Swatmaratma que antes comentábamos, no hay yoga físico sin yoga mental y viceversa. Amen.

Curiosamente, sus propios creadores han abandonado la idea inicial y con los años de práctica, han declarado modificar radicalmente su visión original.

En nuestra escuela, diferenciábamos hasta hace poco, las clases de hatha vinyasa para principiantes, con un ritmo más pausado y secuencias suaves, de las de hatha vinyasa avanzados, con ritmos y secuencias más exigentes. En realidad, no era una distinción adecuada.

Por ejemplo, una persona con muchos años de práctica, puede preferir las clases de principiantes, simplemente porque encajan más con su ánimo y su personalidad. No es un tema de “saber” más o menos. Hay tantos yogas como tipos de personas, se trata de encontrar el que te aporta beneficio en cada momento, en cada etapa. Así que, nunca estuvimos del todo cómodos con esta distinción.

Por otro lado, os cuento un par de anécdotas que me dieron mucho que pensar. En una ocasión acudió a la escuela una estudiante americana. Al finalizar la sesión de vinyasa, se acercó y me dijo: “esto mucho power, que mi power en San Francisco” (tenéis que leerlo con mucho acento). Vamos, que la clase le había parecido más “intensita” que sus clases de power yoga en San Francisco.

Después, un alumno de siempre había pasado unas semanas en Barcelona, y probó unas clases allí porque le llamaron la atención los nombres, hizo una clase de power yoga y otra de rocket yoga y al volver me dijo: “yo me apunté intrigado, ¡y esto es lo que hacemos aquí los jueves!”.

Conclusión, ¿podemos resistirnos a la increíble evolución que experimenta el yoga a lo largo de los siglos? ¿Debemos resistirnos a las variaciones y la constante aportación de la que se nutre la práctica con el paso del tiempo? ¿Es siempre mejor lo más antiguo? Si es así, ¿debería dejar que me operen con un bisturí del siglo IV que con uno actual?…

Todo eso pensé…Y mi respuesta fue, no. No tengamos miedo a los cambios, a las modificaciones, a explorar. Lo importante es la práctica sincera y adecuada en cada instante, en cada persona.

Simplemente, hagan yoga, háganlo si quieren con cerveza. Bueno, mejor quizás, eso no.

 

Elena Marín

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